AMADO PADRE MÍO, QUE VES MIS NECESIDADES, TE OFREZCO EL CUERPO AMADO DE TU HIJO, EN LA HORA DEL GRAN DESAMPARO, LAS TRES DE LA TARDE. SUFRIENTE, ABANDONADO Y HUMILLADO, MURIENDO POR MI, QUE NO LE MEREZCO, TE LO OFREZCO PADRE MÍO, POR TODO LO QUE ME AFLIGE, QUIERO SENTIR TU MANO PROTECTORA QUE ME ALIVIE A MÍ Y MI FAMILIA, LA PAZ DEL MUNDO Y MI PAÍS, PADRE BUENO, QUE TANTO NOS AMAS AL DARNOS A TU HIJO, TE LO PIDO, NO ME DESAMPARES, PERDONA TODOS MIS PECADOS COMETIDOS DE TODA MI VIDA, QUE TANTO TE HAN OFENDIDO, Y LLÉVAME A TU REGAZO COMO UNA PEQUEÑEZ QUE SOY, TE LO SUPLICO POR NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO QUE VIVE Y REINA CONTIGO Y EL ESPÍRITU SANTO.
NUESTRA SEÑORA DE LAS TRES AVEMARÍAS

Modo de practicar esta devoción: Todos los días, rezar lo siguiente: ¡María, Madre mía; líbrame de caer en pecado mortal! 1- Por el Poder que te concedió el Padre Eterno. (rezar un Avemaría) 2- Por la Sabiduría que te concedió el Hijo. (rezar un Avemaría) 3- Por el Amor que te concedió el Espíritu Santo. (rezar un Avemaría) Fue la misma Santísima Virgen la que dijo a Santa Gertrudis que "quien la venerase en su relación con la Beatísima Trinidad, experimentaría el poder que le ha comunicado la Omnipotencia del Padre como Madre de Dios; admiraría los ingeniosos medios que le inspira la sabiduría del Hijo para la salvación de los hombres, y contemplaría la ardiente caridad encendida en su corazón por el Espíritu Santo". Refiriéndose a todo aquel que la haya invocado diariamente conmemorando el poder, la sabiduría y el amor que le fueron comunicados por la Augusta Trinidad, dijo María a Santa Gertrudis que, "a la hora de su muerte me mostraré a él con el brillo de una belleza tan grande, que mi vista le consolará y le comunicará las alegrías celestiales".