viernes, 18 de enero de 2008
PADRE DE JESÚS Y PADRE NUESTRO.
En el Antiguo Testamento rara vez se trata a Dios de “Padre”. Haber llamado Jesús a Dios “Abbá”, “papito”, debió parecer un exceso de confianza. Jesús habla de Él como de su Padre y nuestro Padre.
El Nuevo Testamento distingue claramente la singularidad de la relación de Jesús con Dios de la que los demás pudieran establecer con Él. Allí Jesús se sabe el Hijo amado de un modo único e irrepetible. Y, sin embargo, Jesús comparte a su Padre con otros, con nosotros, haciéndolo tan Padre nuestro como es Padre suyo. Jesús reza para que en su intimidad con Dios quepan muchos, quepan todos: “Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros”.
No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, La oración de Jesús se extiende ahora a la Iglesia de todos los tiempos, a todos los que deben su fe al testimonio apostólico.
para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. La unidad que ha pedido para todos los discípulos (v.11) habrá de ser siempre la característica de la Iglesia.
«para que el mundo crea que tú me has enviado»: A menos que la Iglesia conserve la unidad querida por Dios no podrá desarrollar su misión sencial en el mundo. La unidad de la Iglesia proclama la unión del Padre y del Hijo, que es su modelo y principio.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario